¿Por qué escribo de pueblos?
Actualizado: 15 nov 2020
En realidad, no considero que escriba de pueblos. Pero escribo de vidas. Y para mí, la ciudad ha conseguido empañar lo que es vivir, en realidad.
Nos hemos convertido en unos títeres capaces de viajar durante 40 minutos de coche o transporte público para trabajar 9 horas en algo que odiamos, volver tras otros 40 minutos a casa y hacerlo tan cansados, que solo podemos ver algo facilito de digerir en la televisión y echarnos a dormir pensando en que mañana, repetiremos la misma rutina.
Ya no es fácil quedar con los amigos. El tiempo se nos come. Las distancias de las grandes ciudades nos comen. Los precios nos comen.
Han conseguido que vivamos mirando nuestra cuenta corriente a partir del día 20 de cada mes. Cambiando de trabajo por cien cochinos euros más de nómina. Nos hemos olvidado de nosotros, de vivir, de reír, de vivir despreocupadamente.
El pueblo tiene eso. Esas distancias cortas que fomentan la vecindad, el ocio amigo, las ganas de conocer. La libertad del aire limpio. La posibilidad de decir "no".
Y los hemos vaciado. Nos han engañado diciéndonos que lo ideal es vivir entre cemento. Así asumiremos cualquier empleo, por el precio que sea, para poder estar cerca de las tiendas de moda, que han rebajado los precios de su ropa, a cambio de salarios indignos y explotación asiática.
Los vaciaron. Como ya no hay nadie, quitaron los servicios a los pueblos para centrarlos en la gran ciudad. Ahora queremos volver a los pueblos. ¿Pero quién va a volver si la farmacia más cercana está a 50 kilómetros? Sin darnos cuenta, nos han secuestrado.
