Escritor por hipocondría
Actualizado: 15 nov 2020
Todo esto comenzó en marzo. Acababan de operarme de una hernia inguinal, que me provoqué yo solito y a base de empujar, en el último partido de rugby que jugué. Es doloroso pensar que normalmente, cuando vivimos nuestras últimas veces, no sabemos que en realidad, son las últimas.
El último beso, el último polvo, el último adiós, el último "hasta mañana", el último partido de rugby. Simplemente lo vivimos sin pena ni gloria. Si supiéramos que iba a ser el último, lo más seguro es que hubiéramos hecho algo distinto, dicho algo diferente. Pero es lo que tiene la vida. Que no os oculta las últimas veces, con el objetivo de que seamos capaces de vivir cada vez, como si pudiera ser la última. Aunque no lo hagamos.
Acababa de terminar mi libro "Lo que prefiere la nieve durante el verano". No pensaba publicarlo. Como otros muchos que he escrito, forman parte de mi hobby, que es escribir. Algo para pasar las horas muertas.
Cuando estaba en la sala previa a entrar a quirófano, esperando a que alguien me metiera dentro, muerto de frío y desnudo a falta de una ridícula bata, ya con la vía puesta, pensé. Pensé en qué sucedería si me pasara algo. Primero pensé en Idoia. Después en mi familia. Por último, en que si me pasara algo, nadie sabría que yo escribía. Descubrí en ese pequeño ataque de hipocondría previa a que me drogaran, que quizás lo que quería era ser escritor o al menos, que la gente leyera algo que yo mismo había escrito.
Mientras la anestesia hacía su efecto apunté en mi mente algo que cumpliría nada más volver a casa, todavía sin poder moverme. "Pablo, en cuanto vuelvas entérate de cómo se puede publicar un libro".
El efecto de la anestesia me pilló sonriendo. Si me despertaba de aquello, lo haría siendo escritor.
